EL PRIMER VIAJE
MARÍA, POLLO Y YO
Para empezar a hablar de nuestros viajes tendremos que hacer una
descripción de los viajeros.
POLLO
Pollo es un criminal internacional buscado en diferentes países, todo
empezó cuando lo iban a cocinar en un restaurante tailandés, el agua estaba
caliente para desplumarlo y el cocinero se preparaba para destriparlo, pero con
unos movimientos aprendidos en la calle pollo se logró liberar.
El cocinero terminó de plato principal, y pollo preso. Pero con astucia y
un poco de suerte pudo escapar, se camufló con un embarque de pollos de hule y
terminó en una tienda de precios bajos en la ciudad de Cúcuta, Colombia.
María
María es una hermosa morena originaria de San pablo, un pueblo de
Bolívar, desplazada por la violencia de grupos armados ilegales junto con su
familia terminó radicada en la ciudad de Cúcuta, norte de Santander, Colombia.
Terminando sus estudios de colegio y universidad graduándose como licenciada de
lengua castellana, un día, después de años de trabajo como profesora, decidió
renunciar y empezar a construir su sueño, viajar por el mundo.
Y Yo
Mi nombre es José Miguel, son ingeniero electromecánico y trabajo para
una empresa de interventoría de redes eléctricas de media y baja tensión.
También soy narrador oral. Me enamoré de una princesa de ojos hermosos y decidí
acompañarla en la persecución de sus sueños, y claro, con pollo, que lo
encontré una tarde calurosa en el centro de la ciudad colgado con otros pollos
similares, pero este era diferente, él era pollo.
VIAJE DE ENTRENAMIENTO
La idea es comenzar nuestro viaje grande en motocicleta a mitad del 2017,
para empezar a adecuarnos a viajes largos empezamos con viajes por nuestro
país. Les voy a contar el viaje a Santa marta, más de 1000 Km en 5 días.
Todo comenzó el miércoles 4 de enero, yo tenía la primera semana de enero
libre y ya estaba en Cúcuta desde el 30 de diciembre. Después de invitar a
varias personas a que nos acompañaran en moto solo nos siguió la cuerda uno, el
Doguet, que este a su vez invitó a un amigo suyo a que lo acompañara.
El plan inicial era viajar a Ocaña, descansar en el apartamento donde
vivo actualmente, estar en ferias esa noche y al otro día arrancar a santa
marta, descansar esa noche en un hostal, al día siguiente ir al parque nacional
natural Tayrona y acampar en el parque.
Como todo buen plan, no salió según lo planeado.
Empezando salimos tarde, terminamos saliendo a las 1 de la tarde por
diferentes retrasos, una cita médica de rutina de maría que duró en espera más
de dos horas y el compañero de viaje de nuestro amigo que estaba enfermo de
cálculo en los riñones y no estaba consciente de que tan largo era el viaje.
Arrancamos con un buen clima, el cielo estaba azul y las motos al punto,
la carretera se presentaba como una amante a la espera de que recorriéramos sus
curvas.
Hicimos la primera parada en San
Juana en la entrada a Bucarasica para estirar las piernas y tomar un
refresco. continuamos la ruta y llegamos
al alto del pozo a las dos horas de
viaje aproximadamente. El alto del pozo es la parte más alta del camino entre
las dos ciudades. Aprovechamos para descansar, tomar café y ver como estaba
pollo dentro de la maleta.
Por fín llegamos a Ocaña al inicio de la noche, llegamos a descargar las
maletas y casi de inmediato a salir a disfrutar de la ciudad, del clima frío y
a buscar comida. Optamos por ir a comer arepa ocañera, en el parque San Agustín
venden una arepa con aguacate y queso como para chuparse los dedos.
Nos advirtieron que estaban en carnavales y ese parque estaba lleno, y al vernos limpios nos empezarían a echar espuma y agua con colorantes. Pudo mas el hambre y la curiosidad y decidimos por arriesgarnos a pasar por el parque. Efectivamente estaba llenísimo de gente, la mayoría con camisas blancas coloreadas por el agua con colorante, espuma de carnaval por doquier, carros con música, gente bailando diferentes ritmos (dependía al frente de cual bafle se encontraba) y en ese caos entramos nosotros.
Nos tocó parar media cuadra antes del parque y mirar la situación, ver por qué lugar podríamos pasar sin menores percances ya que el restaurante se encontraba precisamente en frente del tumulto de personas. Pasamos entre la gente rápidamente y entramos al restaurante que quedaba en un sótano, yo llegue solo con un poco de espuma en la cabeza, los otros dos compañeros con algo de espuma en la espalda y a María le habían echado en la cara y en los ojos y estaba notablemente furiosa.
María y yo pedimos arepa con aguacate y queso, los otros pidieron arepa
mexicana. Como las arepas son igual de grandes al plato y las parten en cuatro
pedazos hicimos trueque de cuartos de arepa en la mesa.
Afuera se escuchaba el tumulto de gente, al restaurante entraban mujeres
a pedir al baño prestado con la cara y el cuerpo pintados por impactos de
colores, entró un grupo a comer y una de las muchachas estaba en traje de baño
y toalla, al rato entró un muchacho moreno para llenar su pistola de agua en el
lavamanos del restaurante. El plan era salir del restaurante con la menor
afectación e ir a un bar de rock que conocía cerca del lugar.
A la salida el afectado fui yo, un niño de unos diez años descargó su
tarro de espuma en mi cara, afortunadamente tenía mis lentes y bastó con
quitármelos para poder ver el camino, no sin antes balbucear unas palabras
amables al pelado – chino hijuep…..-.
Después de rodear la gente llegamos al bar la radiola, en la calle 9 con
carrera 9, buena música, cervezas frías y un descanso al día de viaje.
Más tarde esa noche alistamos la maleta, en el bolso totto naranja
empezamos a meter lo que necesitaríamos para el viaje; equipo de carretera (
kit de despinchado, bujía, llaves, navaja multiusos con destornilladores, bomba
de 12 V, pasadores de cadena), equipo de campin ( carpa, juego de ollas
portátiles, cobijas, bomba manual para colchón inflable, colchón inflable,
cocina de mechero), chancletas y ropa.
A la mañana siguiente arrancamos. Dos días antes había escrito en Couchsurfing a ver quién nos podría hospedar esa noche en Santa Marta. La página ya la había usado desde hace tiempo, funciona como una especie de Facebook, creas un perfil con fotos y tus gustos, en el momento de viajar buscas perfiles en la ciudad donde te diriges, le escribes a la persona si puede hospedarte por determinado tiempo. El que te hospeda deja un comentario en tu perfil de cómo fue tu estadía en su casa y el hospedado hace lo mismo con el que lo dejó quedar en la
Me respondió Fredy, me dijo que por el momento no me podía hospedar en la
casa pero que tenia un amigo que estaba adecuando la casa para convertirla en
un hostal, la casa quedaba cerca del parque de los enamorados en el corazón del
centro histórico de Santa Marta.
En el camino hicimos varias paradas, el compañero de Doguet tenía un
dolor insoportable, lo había calmado “a lo natural”, pero ya no le estaban
haciendo efecto y necesitábamos un lugar donde le inyectaran un analgésico
fuerte. Por fín como a los 50km de viaje encontramos un pueblo con una
droguería decente.
La carretera por la ruta del sol es excelente para andar, algunos tramos donde se puede acelerar a 100,
sin huecos, doble carril. Pero aun así nos cayó la noche y todavía estábamos en
carretera, las nalgas ya nos pedían descanso, los últimos 20km antes de llegar
al destino fueron insoportables.
La fachada era una casa de puertas y ventanas altas, con paredes
trajinadas por el tiempo, de un color indefinible. En la entrada se encontraba
un hombre joven, flaco, con el pelo negro y medio crespo se nos acercó y nos
saludó con un acento costeño pausado y bajito. Era el Couch que decidió esperar
nuestra llegada, nos presentó a Jesús María “Tito”, un señor entrado en años,
canoso, flaco y con lentes. María, como buena comunicadora entabló conversación
de inmediato. Nos invitaron a entrar a la casa para que viéramos el lugar que
estaba en remodelación, esto para que decidiéramos si queríamos quedarnos.
La casa constaba de cuartos grandes, la sala, un patio y un baño. Los cuartos y la sala eran un salón grande dividido, el techo estaba a más de tres metros de altura con vigas de madera rojiza y con tabletas, el patio tenía dos cuartos sin techo a mano derecha, en uno funcionaba la cocina, una cocina con horno de cuatro fogones a gas y tapada con plásticos de un techo improvisado para resguardarla de la lluvia. El baño solo tenia la tasa y un balde grande con agua para bañarse y para echar en el inodoro, el piso estaba con la mitad de tabletas y la otra en cemento, había un hueco en la pared que daba al patio, otro a la misma altura que daba al cuarto sin techo y uno mas alto que daba al patio de la casa vecina. No había papel ni jabón, ni lavamanos, pero tenía luz y agua por motobomba, un punto a favor.
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Después de media hora llagaron los compañeros, lo primero que dije
riéndome fue, -entre y mire-. Después de
mirar toda la casa, el baño y las habitaciones se acercó y me dijo en voz baja,
-se está vengando por lo de Bucaramanga-. Él se refería a un viaje que habíamos
hecho a la laguna de Tota el año pasado, ya estábamos de regreso a Cúcuta,
veníamos de Guadalupe Santander después de haber estado en Guadalupe, un rio de
lecho rocoso con huecos como piscinas, ese día me pinché y no encontrábamos
lugar para parchar, era un viernes santo y nadie trabajaba. Al fin encontramos
un señor de un monta llantas que estaba haciendo un trabajo extra, me hizo el
favor de parchar la tripa de la moto y convertir el caucho a sellomatic, como
la llanta tenía varios huecos por pinchazos anteriores me mandó a comprar una
libra de azúcar, al principio no entendí nada, pensé que quería hacer limonada
o algo parecido, cuando miré es que estaba disolviendo el azúcar en agua, lo
echó dentro de la llanta y los gránulos sellaron los poros y los pequeños
huecos existentes (Ese arreglo me duró dos meses después del viaje), eso nos
causó un retraso en el itinerario de viaje, paramos en San Gil, que estaba
rebosado de gente y arrancamos hacia Bucaramanga ya de noche, en el camino nos
llovió y llegamos tarde a una zona de hoteles a la entrada.
Nos dividimos para preguntar para encontrar la opción mejor y más barata.
Nos decidimos por la opción que Doguet propuso. Pagamos por adelantado en la
entrada. Lo único medio decente del lugar era la entrada y la recepción, al
ingresar las motos a la zona común del primer piso nos dimos cuenta que era una
residencia de mala muerte, los pasillos a las habitaciones estaban oscuros y
entramos con miedo pensando que alguien nos esperaba en alguna esquina, las puertas
tenían un refuerzo de madera en el marco donde va la cerradura, en algún
momento las forzaron, las sábanas estaban muy usadas y parecía no haber sido
lavadas hace mucho tiempo. María durmió molesta porque ella si se había tomado
el trabajo de mirar las habitaciones de los lugares que preguntó. Después del
viaje Doguet me contó que durmió con la cama atravesada en la puerta, por si
las moscas.
Al final decidimos quedarnos en el hostal de Tito, estábamos cansados por
el viaje, ya era tarde y no queríamos andar preguntando con las maletas en
otros lugares. La subida de las motos fue interesante, pues solo contaba con la
entrada principal que tenia tres escalones altos, nos colocaron una tabla y así
las subimos para dejarlas en el patio.
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El sueño nos venció a María y a mí a eso de las doce y nos fuimos a dormir a las camas del hostal. Los compañeros de viaje llegaron a las cuatro de la mañana. Al día siguiente nos despertamos a las 9 de la mañana y ellos seguían durmiendo.
Hasta ese entonces pollo seguía en la maleta, cuando lo saqué el reclamo
duró un buen rato, le di un paseo por el hostal, parecía asustado por el lugar
pero lo convencí que eran buenas personas las que atendían, se vino a calmar en
el desayuno. A una cuadra del lugar vendían jugos y pasteles, fue interesante
comer arepa huevo con jugo de zapote en leche.
En Santa Marrta no se puede andar con parrillero hombre, así que el
compañero de la otra moto le tocó irse en buseta a Taganga. Y en mi moto; María
pollo y yo, claro, pollo escondido dentro del chaleco. Y en la moto de Doguet,
pues doguet.
Llegamos después de almuerzo, estaba haciendo un sol y un calor de
infiernos, había tanta gente que al cabo de una hora empezaron a regresar la
gente que venía en lancha a la playa, sabíamos por gente de la región que cerca había una playa de pescadores poco
conocida, generalmente cobraban para pasar a la gente en lancha, pero había un
camino a pie. Le preguntamos a un policía, pollo se escondió dentro del chaleco
de la moto, el señor amablemente nos indicó el camino, pollo empezó a maldecir
dentro del chaleco. Menos mal el bullicio de la gente era alto y el policía no
alcanzó a escuchar.
No era sino llegar a la playa para que pollo se metiera al mar, empezó a
beber como loco, un botella de Bacardini pirata que sabía a alcohol quirúrgico,
se me perdió de vista, cuando lo encontré fue meditando a orilla del mar
recostado en un tronco, contemplando el mar. Por algún motivo olía a marihuana
atrás, no sé si tenía relación con la actitud de pollo.
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Al día siguiente al plan original, ir al Parque Tayrona, después de
cuarenta minutos vía la Guajira llegamos a la entrada del parque. No pudimos
entrar. Ya habían vendido las boletas de todo el fin de semana, venden 1.200
entradas por día. Se podrán imaginar la cantidad de gente que había.
Seguimos andando y paramos tres kilómetros adelante, en una finca donde
se había quedado Doguet, según él, se llegaba por un sitio donde se unía el río
con el mar. Dejamos las motos y empezamos a caminar, cruzamos un río y
empezamos un camino entre la selva tropical. A mitad de camino nos pararon unos
empleados del parque en una moto, nos devolvieron argumentando que esto era
propiedad del parque, que el lugar estaba prohibido por la presencia de
caimanes.
Aburridos nos devolvimos a bañarnos en el río de agua cristalina que
bajaba de la Sierra, del mismo río al que no pudimos llegar a su desembocadura.
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En la noche volvimos a salir, entre el mar de personas encontramos a unos
músicos callejeros que estaban recorriendo el mundo, muy buenos. Un par de cervezas, comida deliciosa y a
dormir.
El vendedor de jugos nos recomendó Buritaca, quedaba por la misma ruta
del Parque Tayrona, unos doce kilómetros mas delante de la entrada. Decidimos
ir todos. Pollo estaba contento, le encontré un lugar en un bolsillo del
chaleco y estaba cómodo en el viaje. Le gustó la entrada, solo vendían
chicharrones y arepas, empezó a gritar “por marranos”.
Entramos al lugar. Pagamos el parqueadero y la primera que nos calló fue
la mesera de un restaurante, trataba de
con e vernos que dejáramos pago los almuerzos, muy costosos por cierto. Le dijimos que de salida y pasamos al rio.
iPara relajarse pidó un masaje en la playa y como siempre, pagué yo.
Al final de la tarde los salvavidas nos sacaron de las playas porque se avecinaba una tormenta, los vientos y las olas eran cada vez mas fuertes, duramos un rato para pasar en las lanchas por la cantidad de gente. Al final almorzamos con chorizos y arepa a la entrada a eso de las cuatro y media de la tarde. Agarramos las motos y nos devolvimos a Santa Marta.
El compañero de Doguet dijo que no aguantaba el viaje de regreso, así que
compró un boleto en bus y viajó a las ocho de la noche. María estaba demasiado
cansada, Doguet salió a buscar la noche, pollo estaba exhausto, y yo?, esperé a que María se durmiera, me
coloque los zapatos y salí del hostal.
A dos calles me encontré con Doguet, me dijo que los músicos de la noche
anterior estaban tocando a dos cuadras de ahí, disfrutamos de nuevo la
presentación, un par de cervezas después los escuchamos en otra esquina y
volvimos a escucharlos. Ya era tarde y el viaje al otro día estaba largo, así
que nos fuimos a descansar.
Al otro día me levanté a las cinco y media, me bañe a baldados de agua,
el agua estaba fría y estaba haciendo un viento terrible. Desperté a los demás,
sacamos las motos, nos despedimos del viejo Tito y fuimos a desayunar en la
venta de jugos callejeros a comer la última arepa de huevo del viaje con jugo
de zapote en leche.
Llenos, alegres y madrugados emprendimos el viaje de regreso, no había
transporte pesado por una restricción de tránsito, por eso del regreso de
vacaciones, con un clima muy bueno la carretera dispuesta y amable, el viaje
fue placentero. Solo paramos para echar gasolina, comprar un ñame (tubérculo
parecido a la yuca) y para almorzar.
Llegamos a las cuatro de la tarde a Ocaña, descansamos hasta la noche y
comimos crepes en el restaurante al lado del parque principal.
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