CONOCIENDO A SAO PAULO Y RÍO DE JANEIRO


De Curitiba a São Paulo
Miguel: Anduvimos bajo la lluvia durante todo el trayecto. El caos en la ruta causó mucho estrés y en algunos puntos hasta encontramos neblina y conductores que no respetaban la distancia solicitada. Los conductores de transporte pesado competían por llegar primero en una carretera de tres carriles. Aun así, la hormiga se comportó y aguantó la exigencia de la ruta y pudimos llegar en la noche a la ciudad de São Paulo a donde un grupo de motociclistas tenían un evento y nos hicieron partícipes de ello. Gracias al Moto club Escorpiões, logramos pasar unos días en la ciudad.
Pollo: Salí elegante en una ciudad para gente elegante ja,ja,ja,pío,pío,pío.  Me puse mi traje azul después de días fríos y salí con José María y los chicos a conocer la Avenida Paulista en São Paulo.  No se imaginan la vida loca que lleva la gente elegante de esta ciudad.
Miguel: Encontré mucha diversidad de música, gente y una manera libre de expresión cultural, corporal e identidad sexual. Caminamos en el transcurso de 10 calles sin salir de la avenida Paulista.
María: Aprovechando el día de sol y que era fin de semana, preparé todo para salir a conocer un poco el centro de São Paulo.  Se dice que en esta ciudad conviven más de 12 millones de personas y es la segunda ciudad más poblada de Latinoamérica después de Ciudad de México.  El ônibus que nos conecta con el centro cobra 4.30 reales por trayecto y el que usamos necesitó más de una hora para llegar al punto.
Pollo: Definitivamente la gente elegante sale a pasear y conocer todo cuanto puede. El clima agobia pero me entretuve viendo tanta piel y gente elegante ja,ja,ja,pío,pío,pío.
Miguel: Volvimos al siguiente día y nos dedicamos a caminar por el parque Ibirapuera. Con los chicos y otros motociclistas de México y Colombia para sacar fotos de los museos y de la avenida 23 de mayo y Paulista. Exploramos otros colores, sabores y aromas en la ciudad de São Paulo.  Nos encontramos con gente alegre que dejaban una linda impresión en nuestro recuerdo y viaje por Brasil.
María: En nuestro cuarto día salimos nuevamente; pero esta vez con dirección al centro de la ciudad de São Paulo. Cuando descendimos del ônibus nos dimos cuenta que la zona céntrica era otra de las caras y realidades de la ciudad. Caminamos por varias calles tratando de huir un poco de las realidades pero terminamos llegando a la catedral en donde la mayoría dormía y a un lado por la misma calle, el Palacio de justicia y más adelante el edificio de economía y así se notaba la cruda realidad de los poderes concentrados y desde su comodidad, la indiferencia a tanta miseria y destrucción humana. Me quedé con un sin sabor y como ellos; preferí huir de ahí y buscar una zona más confortable y desde la distancia saber que poco o nada puedo hacer. Fue ahí cuando corrí nuevamente a la gran avenida y subimos 17 pisos para ver desde ese panorama lo que borra la otra cruel realidad de la ciudad.
Pollo: Preferí quedarme tranquilo en la comodidad de un bolso y pensar en nuestro próximo recorrido de más de 400 kilómetros que haremos para visitar la ciudad de Río de Janeiro. No puedo ni quiero hacer algo por esos humanos que no son elegantes ni visten elegante como yo ja,ja,ja,pío,pío,pío.

De São Paulo  a Río de Janeiro
María: Eran las diez de la mañana y aún estábamos en la sede Escorpiões de São Paulo.  Mi preocupación aumentaba al saber que eran 530 kilómetros por hacer e ingresar a una de las ciudades con mayor fama negativa de Sudamérica, gracias a las favelas.  Entre despedidas y preocupación dijimos hasta pronto a nuestros compañeros y viajeros de Colombia y México con quienes departimos por unos días en São Paulo.
Miguel: sé lo estresante que es el viaje, el clima empezó a agudizarse y el GPS con la opción de no peajes nos empezó a enviar por poblaciones, calles angostas y terminamos confundidos y después de más de dos horas no lográbamos salir de São Paulo. Optamos por quitar la opción de peajes y usar exclusivamente la ruta principal. Nos encontramos con tres peajes por el valor de 7.60 reales c/u dos de 4.60 y uno de 2.60.
José María: Me preparé para visitar a Río de Janeiro. En la ruta logre camuflarme y sólo escuchar los comentarios de los chicos. Se hizo eterno el viaje y muy caluroso. Y cuando logramos llegar a la mitad de la ruta ya caía el sol. Un hombre dijo de no parar en la ruta y avanzar sin mirar atrás. Desde ese instante la tensión se subió, los escalofríos se activaron y el dolor en todo el cuerpo permaneció. Con pollo nos quedamos escondidos al punto de la deshidratación.
María: con la incertidumbre y advertencia me preocupé al calcular que llegaríamos pasadas las 10 de la noche. Decidí escribir a  nuestro anfitrión y él respondió que no había inconveniente en llegar a esa hora y que todo era tranquilo. No sabía si asegurar que íbamos a llegar. Pero desde ese instante Miguel avanzó por la ruta con la tensión del transporte pesado que va a más de 100 kilómetros por hora y en una ruta con tres carriles, más la auxiliar que no es suficientes para tantos carros que hemos encontrado en este país. Sentía toda la tensión y la sensación de que esos grandes carros nos iban a aplastar por la fuerza y velocidad que llevaban sin seguir recomendaciones de ruta y sin respetar que vamos en moto pequeña y cargada.
Miguel: Decidí avanzar en vez de quedarnos en la ruta. Cuando llegamos a la ciudad, el GPS nos tiró por una ruta a las afuera y la ruta estaba a oscura y con neblina. Estaba muerto de susto y pensé lo peor. De repente, empezamos a entrar a un barrio en donde no podía ir rápido debido a los huecos y/o los reductores de velocidad. Y justo ahí el celular se apagó.  Afortunadamente María traía cargado el suyo y activamos la búsqueda para llegar al punto que no era. Afortunadamente apareció un señor que al vernos en moto supuso que íbamos a casa de nuestro anfitrión y orientó la manera de llegar. Finalmente, estábamos a las afuera de Río de Janeiro, cansados pero sanos y salvos para compartir con una linda familia que desde que llegamos nos ha hecho reír y practicar portuñol.
Pollo: La advertencia de que nos cuidáramos de los zancudos fue tarde ya que desde el mismo instante en que llegamos ellos estaban esperando por nosotros y aunque se echó aerosol contra ellos, los descarados levantaban los brazos como si estuvieran echándoles desodorante en vez de veneno  ja,ja,ja,pío,pío,pío.
María: La primera invitación que recibimos fue pasar el fin de semana en un mega-evento de motociclistas. Este sería el primer gran evento con shows, comida, dormida en carpa, cantantes y muchos locos motociclistas que se congregaron durante tres días en un lugar para departir con otros locos. Asistimos y ayudamos a nuestros anfitriones en lo que pudimos.
Visita a otra de las 7 maravillas modernas
Miguel: Finalizado el evento, nos preparamos para tan anhelado sueño de conocer nuestra segunda maravilla mundial y moderna que afortunadamente se encuentra en Sudamérica, el Cristo de Corcovado. La odisea para llegar hasta allá fue estresante. En primer lugar porque el clima estaba alrededor de los 40 grados, segundo que fuimos en moto y al no conocer teníamos que usar Gps pero con la advertencia de no sacar el celular se hizo complicado y luego que fuimos al punto, un señor de mala manera reclamaba dinero por cuidar las motos cuando en el parqueadero decía  que sólo presentara el tiquete del tren y sería suficiente. Pero bien, después de pagar 65 reales c/u logramos llegar hasta el Cristo y encontrarnos con tantos visitantes que evitaron sacar una foto libre.
Pollo: Conocí el Cristo y me pareció igual que otros que ya hemos visitado. No entiendo porque se amontonan para llegar hasta acá a sacar una foto. Pero como no podía quedar atrás también logre la mía ja,ja,ja,pío,pío,pío.
María: En nuestro segundo intento por conocer un poco la ciudad de Río de Janeiro, tomamos la decisión de ir en Ônibus.  Salimos a la ruta principal e ingresamos a uno que nos dejaría en la estación cinelandia.  Cada uno pagó 9 reales y después de casi dos horas estábamos allá.  A través de la ventana observé mucha realidad cruel. Gente deambulando de un lado a otro, lugares sucios y grises, juventudes en condición de indigencia perdidos en una ciudad grande y caótica.  
Después de un rato, pasamos un largo túnel y fue como salir a otra realidad. Edificaciones altas, gente elegante pero entre ellos también encontré el olor a orines, plazas con personas idas y comprendí que Río de Janeiro es una ciudad con grandes problemas sociales y desigualdad como muchas otras de Sudamérica.
Pollo: Sobrevivo al calor y estrés de ir en un Ônibus y cuando estaba en la plaza central para visitar las escaleras de Selaron volví a sentir que no quiero saber más de gente poco elegante con problemas que hacen perder la identidad de las personas y las pone en el montón ja,ja,ja,pío,pío,pío.
María: En nuestra última salida al centro para conocer un poco la zona linda y famosa como es Copacabana, Ipanema, Leblon. Observo a las personas y a la ciudad a través del vidrio empañado del ônibus. Lo que veo no es muy agradable a la vista. Creo que es una ciudad gris manejada por personas con poco sentido de pertenencia. Los grafitis dicen cosas. Las frases también.  “Muitas balas -  aulas + balas - aulas+ crime". Cuando viajo en el Ônibus observo a la gente que tiene un comportamiento diferente. Encuentro grupos tirados en los andenes, otros vendiendo cualquier cosa, los que van en carros, motos y Ônibus se les nota la desesperación.  Es ahí cuando extraño los lugares tranquilos de brisas suaves y pocos humanos. Las ciudades están contaminadas, en el aire se respira malos olores y una densa capa de contaminación que va directo a los pulmones. Desde que volví a las ciudades me he enfermado más veces que cuando estaba en el sur entre la naturaleza. Cuanta locura se observa en el ambiente. Morros de casas pintorescas y de gente con cara larga y desesperada. Construcciones sin forma alguna. Escombros que adornan las calles, personas moviéndose entre las basuras, ríos sucios, camas bajo los puentes. Tanta realidad en la famosa “Cidade de Deus"
Por otro lado; está el otro contraste que es llegar a las playas de Copacabana, Ipanema, Lebron, cuyas construcciones y grandes edificios se alejan mucho de la realidad de más del 60% de la población de Río de Janeiro. Son playas con arena blanca y fina, agua cristalina, alegría por doquier, muchos turistas de varias nacionalidades, hermosa vista para tomar fotos que pareciese que las penas de la ciudad se las llevara el mar. En la playa se ve gente de todas las condiciones sociales, con pieles de todos los tonos disfrutando del sol, arena y mar. En esa parte de la ciudad, se proyectaba una sensación de seguridad; ya que había policía con fusil de largo alcance, en trayectos cortos de la playa.
Miguel: El día a día en Brasil y en esta oportunidad en Río de Janeiro me dejó un sabor amargo. La realidad y la mentira. Lo que muestra la televisión y lo que vive el ciudadano en el día a día. Por cierto, lo que pasa en las favelas es cuestión de bandos. La policía no entra a hacer inspecciones para que los que están en las bandas no los extermine. Pero si alguno rompe los acuerdos, entonces corre sangre.  Ahora bien, dentro de las favelas hay gente trabajadora lo que pasa es que no tuvieron dinero para irse a vivir a otro lugar. También encontramos a una ciudad llena de comunidades que vienen siendo barrios humildes con gente que trabaja el día a día para lograr mantenerse, comer, pagar recibos, educación y una que otra cerveza porque no es por nada pero la mayoría toma mucha cerveza.
María: Río de Janeiro es la primera ciudad que visitamos en donde la Policía anda con armas de largo alcance por la calle y en los carros en los que patrullan las comunidades y carreteras. Ir por la calle y encontrar esta escena fue común mientras estuvimos en Río de Janeiro.
Miguel: Salimos de la ciudad un día después de cumplir mi número 35 años. Fue muy emocionante poder compartir con la familia que nos adoptó en Río y con quienes logramos compartir momentos inolvidables que quedaron en nuestro corazón.
María: Y como ya es costumbre en este viaje, nos resignamos a seguir la ruta y a despedirnos con la esperanza de volver a verles en otra oportunidad.

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