Últimos días en Brasil
Un
nuevo día, una nueva experiencia. Después de los días vividos en Río de
Janeiro, los momentos compartidos y las alegrías al encontrar una nueva familia
con quien tener una historia para la vida. Decidimos continuar el viaje. Esta
vez salimos a la ruta que nos vio llegar en donde no había luz aquella noche
que hicimos ingreso a la ciudad más famosa de Brasil. Hoy, al salir de día
pudimos ver que la escasez de luz se debía a que habían saqueado las baterías
de los paneles solares. Cuando salimos
de Río; el clima era mejor (calientito) o por lo menos para nosotros que hemos
pasado un año en clima frío. La ruta se
hizo tranquila y el transporte liviano. Cuando estábamos a 30 kilómetros de la
nueva ciudad que visitaríamos por el litoral, nos sorprendió una lluvia permanente
que logró alargar el viaje y llegar más tarde de lo esperado a la ciudad de
Angra do Reis donde nos recibió una gran mujer de la que aprendimos mucho en
poco tiempo.
Angra dos Reis
Sabemos
que la sensibilidad y cuidado de unos no siempre se repite en los demás.
Salimos a dar un paseo por la playa, cerca de donde estábamos y al cabo de unos
minutos nos dimos cuenta que el agua de Río dulce que se mezcla con el mar cambiaba
el color. Indagando del cambio tan evidente, obtuvimos una respuesta no muy
agradable. Ese día nos enteramos que los residuos de la población son tirados
al mar. Fue cuestión de avanzar un poco y verificar que la basura y plástico
era tirada directamente sin ninguna contemplación. Advierto que era una zona
donde moran ricos o famosos que van a vacacionar. Pero, aunque hay gente local, me dio mucha
tristeza pensar en el futuro de Angra y en el poco cuidado y respeto que
practican algunos locales.
En
esos lugares cuya majestuosidad de la naturaleza me hace sentir como un pequeño
átomo. Me lleva a valorar más todo cuanto he vivido y aprendido en la
vida. Además de lo simple y sorprendente
de la vida, la riqueza que hemos adquirido en nuestro viaje por Sudamérica y lo
extraño de estar tan lejos de donde nací pero tan cerca de las realidades
sociales, culturales que compartimos en la gran América. Como hemos estado conociendo
nuevas personas, diferentes sitios, sin tanta presión y con mínimo gastos.
Hemos confirmado que cuando se tiene mucho dinero se disfruta poco los pequeños detalles y si no se
tiene, la mayoría de personas se estresan y sufren. Pero si lo miro desde mi
experiencia de vida, cuando trabajaba tenía dinero pero no tiempo y no era tan
feliz.
Ahora tengo mucho tiempo libre, poco dinero y soy más feliz. No sé explicar la manera en que vivimos; pero sí sé
que la pasamos muy bien con mínimos detalles y con la simpleza que la vida y el
día a día nos trae. Ahora valoro más todo. Una caminata por la naturaleza me
llena de regocijo, un paseo por la ciudad me hace buscar cada detalle, analizar
la actitud de la gente y como corren de un lado a otro y hasta algunos de mal
genio, una actividad simple me hace feliz. Ahora, veo por tv noticias terribles, referencias del
caos y estoy convencida que quienes solo ven eso y no salen, creerán que la
vida es sólo eso y perderán la confianza en ellos y en los demás. Lo veo como
veneno puro para aquellas personas que no salen y que sólo se quedan con la
versión amarillista y perversa que se dice en la tv.
Con
esto quiero decir que observo que la vida para algunos es más difícil porque no
han salido de la rutina. Comprendo que tampoco es fácil si no dan el primer
paso. A veces se tiene todo los recursos y aun así; existe el miedo a los
nuevos lugares y culturas diferentes. A valorar los pequeños detalles, los
lugares compartidos y simples, las charlas triviales y otras más filosóficas
sobre la vida y la muerte, sobre el trabajo y el dinero, sobre salud y
enfermedad, los miedos y las aventuras. En fin. Conociendo nuevas personas nos
damos cuenta que somos unos locos por habernos atrevido a cruzar fronteras y salir
sin muchas expectativas. Lo mejor es que estamos viajando, aprendiendo y de
paso disfrutando cada día.
No podíamos
detenernos y quedarnos ahí. Así que, me preparé para una nueva despedida y emprendimos
una ruta muy bella por el litoral de Brasil. La ruta 101 nos mostró el mar y la
sierra para ellos. La naturaleza y lo verde e intenso del país. La lluvia que
mojaba la ruta, la brisa que humedecía el rostro. No es por nada, pero da la sensación de que si
paro una media hora en medio de la sierra será suficiente para que las ramas de
los árboles se apoderan de ese espacio donde
poso porque somos nosotros los invasores. De los árboles sale una neblina que hace
pensar que los árboles están respirando. Que agradable es poder visitar esa
ruta y entrar a conocer Paraty una población linda y conservada del litoral.
Lastimosamente por la lluvia no la pudimos disfrutar al máximo.
Paso por Ubatuba o Ubachuva
Continuamos
la ruta hacia Ubatuba a donde un club de motociclista nos daba la bienvenida y
a través de las charlas e intereses en conocer de otras realidades y
costumbres; pudimos encontrar con quien debatir temas de gran interés.
La
playa está cerca del motoclube y unos minutos caminando fueron suficientes para
llegar hasta ahí. Sus verdes islotes nos sorprendieron. Su arena suave y
blanca. Las olas estaban arrebatadas pero se pudo disfrutar de la playa. No es
temporada y por eso se disfruta sin tanta aglomeración urbana.
Cruz
de Ferro “A lenda” abrió sus puertas para pasar unos días entre la selva
tropical y el mar. El verde intenso que da un color esmeralda al agua de mar.
Despertar con el canto de las aves y disfrutar la lluvia porque no hay planes
de salir. Así de difícil ha sido nuestra vida en este viaje.
Entre
charlas, lluvias ligeras y estilos de vida. Decidimos usar el día con sol para
salir de la ciudad que se puede llamar Ubachuva en vez de Ubatuba. Todo ello debido
a la lluvia constante que hay en la ciudad. Como siempre, damos gracias a la
vida y el universo por este nuevo encuentro y por permitirnos brindar con ellos
una historia más de nuestro viaje por Sudamérica.
Rumbo a Mongaguá
Salimos
de Ubatuba rumbo a la ciudad de Mongaguá que también queda en la ruta 101 que
va por el Litoral de Brasil. Fueron varias horas de viajes en pocos
kilómetros. La intensa naturaleza, las
diversas playas, la doble vía y las cientos de curvas nos indicaron el camino
hasta donde compartiríamos con otro
motociclista y su familia.
El lugar está muy cerca de São Paulo por lo que las
personas de la gran ciudad llegan hasta este punto a aprovechar el mar y
disfrutar del calor. Tuvimos suerte con el clima y aprovechamos para caminar e
ir a la playa. Se nota que es un lugar usado en temporada alta ya que todo
pareciese girar en torno a alquiler de casas, habitaciones, casetas en la playa
y poco lugar para otra actividad.
Con ellos
disfrutamos desde el primer día cada segundo. Pudimos seguir confirmando la
hospitalidad y buen trato por parte de los brasileños y conocimos desde el
baile de capoeira hasta las frías aguas de un pozo de agua dulce. Con Juninho
viajamos a conocer la ciudad de San Vicente la más antigua ciudad de Brasil y luego,
pasamos a Santos para terminar yendo a Carapicuíba por la ruta linda, verde y
con túneles que conecta a São Paulo.
Carapicuíba
Con
otro hermano del motociclismo pudimos compartir un corto pero significativo
momento familiar. Entre charlas, experiencias de viajes y sueños por cumplir,
pasamos las horas. Gracias a Sneider pudimos conocer una zona antigua de los
jesuitas y que hoy en día se conserva para la población que a través de los
años la ha heredado. Además de saber que Carapicuíba es una de las ciudades con
mayor número de pobladores de São Paulo.
Ourinhos
En
nuestra ruta hacia Foz do Iguaçu, Estado de Paraná, usando la carretera numero
369 hicimos una pausa de una noche en una pequeña población llamada Ourinhos. Ahí tuvimos la suerte de encontrar a una
pareja de viajeros y soñadores capaces de entusiasmar a cualquiera para seguir
viviendo nuevas experiencias y seguir viajando.
Maringá
Otro
lugar muy lindo lleno de un verde intenso y zonas de parque dentro de la
ciudad. Junto a nuestro anfitrión y
viajero Beraldo, hicimos un rápido recorrido para llevarnos una imagen positiva
del lugar. Ya tendremos otra oportunidad de conocer mejor a Maringá.
Arapongas
Nos
habían advertido de lo costoso que podría ser la ruta a Foz de Iguazú. Por eso, al principio estuvimos desviándonos
de la ruta principal pero después de cansarnos decidimos salir a la principal y
oh sorpresa. Llegamos justo a la más costosa que hemos pagado en todo nuestro
recorrido por Brasil. El costo fue de 11.60 reales para pasar con la moto.
Quedamos triste con ese dato pero no había nada que hacer.
Seguimos rumbo a
Arapongas donde tendríamos un encuentro maravilloso e inolvidable con la pareja
conformada por Sandra, Silvio y sus amigos. Fueron insuperables en la atención,
amor y compartir durante los tres días que compartimos con ellos. Con ellos se
quedó mi casco porque había perdido una almohadilla y ellos consiguieron un
nuevo casco, mantenimiento a la moto además de un lavado después de cientos y
hasta creo de miles de kilómetros andado. Tuvimos que decir hasta pronto y retomar
la ruta hasta la ciudad de Cascavel donde descansamos dos noches y compartimos
con el gerente de DAF
Foz do Iguaçu
Viajamos
por una ruta calurosa que nos llevaría hacia la triple frontera entre Argentina,
Brasil y Paraguay.
Justo
para mis cumpleaños y bien acompañada por Miguel, pollo, José María y Jhonatan
el Couchsurfing de Foz quien amablemente nos permitió descansar y compartir con
él antes de conocer las Cataratas del Iguazú en Argentina y en Brasil. Celebrar
mis cumpleaños y despedirnos del maravilloso país de Brasil a donde quiero
volver un día no muy lejano. Nos vamos de Brasil con las expectativas superadas
y completamente felices de encontrar una cultura similar con gente alegre y
hospitalaria.
El
costo para el ingreso a las cataratas de Foz do Iguaçu fue de 70 reales y para
la de Argentina es de 800 pesos argentinos cada uno.
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